En nuestra iglesia, el dar financieramente no es una obligación ni una cuota de membresía; es simplemente una manera de que cada uno invierta en algo más grande que nosotros mismos. Tampoco damos para que Dios nos bendiga o nos dé más, sino porque ya nos ha bendecido abundantemente y nos ha dado todas las cosas en Cristo. De hecho, dar financieramente es una de nuestras respuestas a la fidelidad de Dios, lo cual nos llena de gratitud, y nos motiva a devolver una parte de lo que tan generosamente nos ha dado.

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Al donar, ayudas a crear un lugar de pertenencia para las familias, a cuidar a quienes atraviesan crisis y a crear programas que llegan a quienes necesitan esperanza. También es una oportunidad para poner en práctica nuestros valores: la generosidad nos conecta con una comunidad de personas comprometidas con el servicio a la ciudad y la búsqueda de la justicia, la compasión y la sanidad. Para muchos, donar se convierte en un recordatorio tangible de que nuestros recursos —tiempo, talento y dinero— son dones que debemos administrar para la sanidad y la transformación. Si decides donar hoy, te unes a nosotros para generar un impacto real en el mundo, una vida a la vez. Gracias por acompañarnos en esta labor transformadora.